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0 comments | martes, 7 de abril de 2009

¿Se contagia la OBESIDAD?

No hay duda de que existe un componente genético en determinadas formas
de obesidad, pero las últimas investigaciones ratifican que las costumbres
familiares tienen una gran influencia en el desarrollo de malos hábitos que
inducen al sobrepeso.
Los padres que se abandonan a los excesos de la buena mesa están inculcando en sus hijos patrones de conducta contraproducentes.
Resulta curioso que, aunque los más jóvenes prefieran alimentos diferentes a sus padres en las etapas de niñez y adolescencia, a medida que cumplen años comienzan a repetir los patrones que observaron en sus padres cuando alcanzan la edad que ellos tenían. Es decir un jovencito de ocho años con padres de 35 pasados de peso, repetirá de manera inconsciente los patrones alimenticios de sus progenitores cuando alcance la tercera década de su vida.
Pero hay nuevas informaciones muy interesantes sobre este tema.
Un estudio financiado por las prestigiosas universidades de California y Harvard
en los Estados Unidos, demostró que si tenemos un amigo con quien nos
relacionamos asiduamente, que padezca obesidad, las posibilidades de ganar peso considerable aumentaban casi un 58%. La muestra se realizó examinando a un grupo de más de 12.000 individuos, lo que eleva la fiabilidad de la misma al extrapolar este dato a la población en general.
Parece probable que muchas personas tienden a adoptar costumbres
menos saludables cuando pasan mucho tiempo de ocio con aquellos que se
cuidan poco desde el punto de vista dietético. Esto no significa que hay que darde lado a nuestro amigo o amiga obeso, sino mantenernos un poco más alerta sobre el tipo de comida que podemos consumir o las actividades lúdicas poco activas que podemos adoptar. Por otra parte también podemos pensar en «contagiar» activamente y de manera consciente hacia el lado positivo a aquellos a quienes apreciamos.






Una MANZANA de vez en cuando... ¿Sirve para perder peso?

No cabe duda de que las manzanas son un tipo de fruta que no deja de
sorprender por sus enormes cualidades. Su alto contenido en pectinas les
permite convertirse en un extraordinario regulador del aparato digestivo. Si consume una manzana en el desayuno observará que tiene un efecto de suave laxante natural. Por el contrario, si padece algún episodio de colitis o diarrea, pélela y deje que se oscurezca durante unas horas, cuando la consuma de esta forma tendrá un efecto astringente permitiéndole recuperar el equilibrio perdido.
En cualquier dieta la manzana presenta una ventaja muy interesante: sus
elementos fotoquímicos le convierten en un alimento saciante.
Consúmala sola como merienda y observará como su apetito desaparece
durante varias horas llegando a la cena sin necesidad extrema de comer.
Si padece de acidez o en alguna ocasión ha ingerido alguna comida
copiosa, unos trozos de manzana le aliviarán de manera considerable sin tener que recurrir a otro tipo de antiácidos químicos.
Por último señalar que la manzana es un alimento diurético que además
de ayudarle a evacuar líquido retenido, estimula la eliminación de toxinas, por lo que resulta muy apropiada para afecciones como el reuma, un elevado índice de ácido úrico o los cálculos renales.
La vida moderna y los hábitos nocivos que conlleva inciden más de lo que
cabría esperar en la acumulación de grasa en el organismo. Lo peor de la
comida rápida no es su escasa calidad desde el punto de vista nutritivo ni la desproporción de equilibrio entre sus componentes. El efecto más dañino es la percepción de los consumidores en relación a la idea de que «no pasa nada por comer de esto un par de veces a la semana».
Un reciente estudio publicado en «Internacional Journal of Obesity»
demostró que a medida que las personas entran a formar parte del grupo de consumidores «habituales–esporádicos» (una o dos veces por semana) de comida basura (pizzas, hamburguesas, patatas fritas, refrescos, etc), su
desapego por la dieta mediterránea aumentaba gradualmente.
Sin apenas percibirlo, la persona va abandonando las buenas costumbres para incorporarse en mayor medida al grupo de individuos que incrementa gradualmente el consumo de alimentos desnaturalizados y dañinos.
Para «añadir insulto al daño», además de la escasa calidad nutritiva es
preciso considerar el aporte extra de energía que se acumula en forma de
grasa en el organismo. Una persona que acuda a la comida rápida una sola vez cada siete días incrementa su aporte energético en 310 kilojulios al día, lo cual significa más de cuatro kilos y medio de peso al año. Para compensar esto sería necesario reducir la alimentación diaria o ejercitarse más. Ambas cosas son difíciles de llevar a cabo por la falta de tiempo y las dificultades para limitar la cantidad de comida que una persona ingiere habitualmente.



Comer comida rápida de forma Esporádica : ¿SI? o ¿NO?


Por otra parte, en el estudio quedó también patente que el índice de masa
corporal aumentaba con la cantidad de comida basura. Más aún, esta dieta
incrementa el riesgo de obesidad hasta en un 129% para aquellos que recurren a este tipo de alimentos más de una vez a la semana.
El problema mayor de la comida rápida viene dado por la adicción que
crea. El consumidor actúa cada vez más, de forma compulsiva como si se
tratase de un tipo de droga blanda. La utilización de hidratos de carbono
simples que se convierten rápidamente en azúcar en el organismo es la causa de este comportamiento adictivo.
Las tribus indígenas de Sudamérica consideraban el chocolate como un
alimento de los dioses para los dioses. Sabían que se trataba de un estimulante muy beneficioso para el organismo. Pero, lo consumían solo unos pocos elegidos y sin mezclarlo con azúcar.
Recientes estudios científicos dan la razón a los primitivos habitantes del
Nuevo Continente. La ingesta de chocolate puede ser beneficiosa para el
corazón gracias a su alto contenido en flavonoides. Los flavonoides disminuyen la adhesión de las plaquetas disminuyendo las posibilidades de formación de coágulos en los vasos sanguíneos. Hablamos aquí de chocolate puro (más de 70% de cacao) y tomado con mucha moderación.
Si usted quiere perder peso, no tiene por qué renunciar definitivamente al
chocolate. Acostumbre su paladar a las variedades con mayor cantidad de
cacao y tómelo esporádicamente fuera de horas de digestión como premio a su decisión de mantener una alimentación equilibrada. De esta forma ayudará a mantener su corazón sano, mantendrá su equilibrio dietético y estimulará su nivel de atención mental cuando las circunstancias lo requieran.


Nuevas investigaciones sobre el CHOCOLATE: ¿Enemigo de la báscula o aliado para perder peso?

Un reciente estudio finlandés ha demostrado que el tipo de bacterias
presentes en el intestino de los niños pequeños determinará su propensión a la obesidad más tarde en la vida.
Después de analizar muestras fecales de un número elevado de bebés,
quedó patente que cuando los niños alcanzaban la edad de siete años, aquellos que mantenían un peso equilibrado, habían tenido reducido número de estafilococos aureus y abundancia de bífido bacterias, durante sus primeros meses de vida.
Los niños que presentaban síntomas de obesidad temprana, habían
presentado en los análisis de los primeros meses de vida, la mitad de bífido
bacterias y el doble de estafilococos aureus.
Posteriores investigaciones mostraron que los niños alimentados con leche
materna eran los que presentaban mayor número de bífido bacterias
benéficas.
¿Se pueden extrapolar estos hallazgos a la población en general? Otros
estudios indican que quienes llevan una alimentación equilibrada, mantienen
costumbres sanas y consumen de vez en cuando algún yogurt natural,
presentan una flora bacteriana equilibrada y una incidencia de sobrepeso muy baja con respecto a quienes no siguen estos patrones de conducta.
Las bacterias intestinales predicen la OBESIDAD futura

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